Por Tarragona y alrededores
Esta vez no hemos hecho la crónica, transcribimos la "oficial".Solamente 2 comentarios:
1 -Cuando Ángel dice: guiados por sus claras indicaciones, quiere decir que los engañamos vilmente diciendo que había un indicador en la Plaça Imperial Tarraco que decía "Aeropuerto", que no existía, y que al llegar a Constantí no había que tomar hacia Constantí Sud, sino hacia Constantí Nord, cuando en realidad decía "Constantí Centre", pero "errare humanum est...", pedimos disculpas.
2 - Respecto a su comentario: nos castigó sin postre, si tomábamos postre no teníamos tiempo de visitar Centcelles, y la elecció la hicimos Esther y yo "democráticamente", aunque hubo algún espabilao que consiguió tomar postre.
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Las huestes del conde Esteve cabalgan de nuevo. Crónica de la XV JdRL por Tarragona y alrededores
Sábado, 23 de enero de 2010
Son ya 15 las razzias románicas que las aguerridas tropas catalanas de los Condes de l’Alt y el Baix Urgell, Dª. Esther y D. Esteve, han llevado a cabo en los últimos tiempos. Procedentes de los más recónditos rincones de la geografía catalana, con el añadido de algún que otro renegado mercenario venido de lueñes tierras, y armados hasta los dientes con artilugios fotográficos a cual más pintoresco, los fieles, a la par que pacíficos soldados, han asolado periódicamente los Campos Cataláunicos de norte a sur y de este a oeste, no dejando a su paso catedral, abadía, iglesia o ermita sin visitar, puerta sin franquear, piedra sin remover ni duda sin plantear, causando el asombro, cuando no la justificada alarma, de los pacíficos lugareños. Una vez concluida la festiva jornada, montados en sus metálicos, a la par que velocísimos corceles, damas y caballeros componentes de tan singular ejército, regresan a sus particulares moradas con el abundante bagaje de fotografías, recuerdos y sensaciones cosechados a lo largo de la galopada, para poder disfrutar de los mismos a sus anchas en los venideros días, en espera de que lleguen a sus oídos los estridentes sonidos internáuticos de metafóricos atabales y trompetas llamando de nuevo a la carga, prestos como siempre a acudir sin tardanza a la llamada de sus bienamados Señores.
Para esta ocasión, los Condes Esther y Esteve, nuestros Señores, habían preparado una jornada mixta urbana y campestre, románica y tardorromana, por la Imperial Tarraco y sus alrededores. El catalán ejército románico se vería ampliamente incrementado, para la ocasión, con las no menos belicosas mesnadas valencianas de Monseñor Tino Nevado, Arzobispo de l’Alcudia, quien acudió presuroso a socorrer a su aliado de las tierras del norte. La reunión de ambos contingentes se había establecido a las 10:30 a.m. ante el atrio de la catedral de Sta. María de Tarragona. Con puntualidad británica y precisión relojera suiza, a esa hora y en el atrio no había ninguno de los esperados. Poco a poco, y unos más tarde que otros, fueron concentrándose los desperdigados vasallos condales. Aunque el grueso de las fuerza valencianas se retrasó más de lo debido por causas ignotas, el resto de los allí llegados fuéronse concentrando alrededor de las gentiles profesoras, Marta Serrano y Esther Lozano, quienes, durante toda la jornada matinal, con perfecta claridad didáctica, nos fueron introduciendo en los entresijos de la catedral, del claustro y sus dependencias.
Alternándose en las explicaciones, fueron ilustrando a la tropa románica allí presente sobre los antecedentes de la catedral, sus primeras construcciones, sus sucesivas edificaciones, sus benefactores, las vicisitudes por las que atravesó la construcción a lo largo de los siglos, etc., etc. En el interior del claustro prosiguieron con su amena exposición, llamando la atención de los escuchantes sobre la belleza del mismo, sus impresionantes dimensiones, su sistema de abovedamiento, sus arcos apuntados, sus múltiples y bellísimos óculos… Debido a las estrechas relaciones que ambas mantienen con el cabildo catedralicio, nos fue permitido acceder a ciertos lugares vedados para el resto de los mortales: en primer lugar, y en grupos de diez personas, nos fue franqueada una pequeña puerta metálica que, desde la estancia donde su ubica el actual Museo Diocesano, da acceso a las excavaciones arqueológicas que han dejado al descubierto un lienzo de muro romano perteneciente a la antigua plaza porticada existente donde actualmente se levanta la citada catedral; allí se pudo observar la manera romana de construir, con sus enormes bloques perfectamente escuadrados y almohadillados, en su momento recubiertos de placas de mármol, sus puertas y ventanas arquitrabadas con jambas y dinteles de un tamaño considerable, etc.; en segundo lugar, concluida la visita a esta zona arqueológica, aún tuvimos el privilegio de poder visitar la pequeña capilla de Sant Pau del Seminari que, como su nombre indica, se halla en el interior del patio del Seminario Pontificio y cuya visita está, generalmente, vedada. Aquí, el grueso de las tropas garcía-antoñanescas se hizo el correspondiente retrato de grupo, como es de ley, para dejar constancia de su paso y estancia en estos lugares.
Aún hubimos de volver al claustro, para que las encantadoras Esther y Marta nos acabaran de dar un baño de erudición sobre la escultura figurativa y no figurativa de los capiteles y cimacios del mismo. Partiendo de la hermosa portada que da acceso de la iglesia al claustro, nuestros asombrados ojos fueron descubriendo historias del Viejo y del Nuevo Testamento: Abrahán, Caín y Abel, Noé, vida y milagros de S. Nicolás, Nacimiento, Epifanía, Bautismo, Prendimiento, Crucifixión de Cristo…, toda una Biblia en imágenes. Los amantes de la fotografía pudieron explayarse a sus anchas sin cortapisas de ningún tipo.
Finalizó la jornada matutina con una rápida visita, el tiempo se nos echó encima sin darnos cuenta, al interior de la catedral de Santa María donde, además de admirar la amplitud de sus naves, los capiteles corridos situados a gran altura y los numerosos tesoros artísticos posteriores a la época románica que encierra, casi todos fuimos seducidos por el frontal de altar marmóreo que preside el altar, valga la redundancia, mayor de la catedral. Es una magnífica pieza esculpida en bajorrelieve dedicada a S. Pablo y Sta. Tecla, en la que en ocho compartimentos laterales, y un medallón central dedicado a los santos titulares, se nos narran algunos hechos de la vida y milagros de ambos santos. En estos momentos, cuando se daban por concluidas las doctas explicaciones de nuestras nunca bien agradecidas guías, Esther y Marta, se produjo un hecho herético que mereció la repulsa y reprobación de quienes tuvimos la mala suerte de escucharlo: una de las acompañantes de nuestros más aguerridos caballeros románicos osó, no se sabe si en clave humorística o con intención de hacer daño, decir que prefería el Gótico al Románico. ¡Sin comentarios!
Era hora de reponer fuerzas, y hacia el restaurante previamente reservado por nuestros bien ponderados Condes nos dirigimos, guiados por sus claras indicaciones; tan claras eran que el 95% de los participantes se extravió, pero, mal que bien, después de haber dado mil vueltas y revirivueltas, el desperdigado ejército romanicante logró encontrar la venta caminera donde satisfacer, con abundancia y a precio en consonancia con la categoría de la misma, su desmesurado apetito. Alguna falta o delito de manera inconsciente debimos de cometer, pues nuestro amado Conde, sin mediar explicación plausible, nos castigó sin postre.
Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Hay vida más allá del Románico. No debe ser considerado como agote y, por lo tanto, excluido de la comunidad de los ungidos, aquel que, en un momento de debilidad, haya proclamado las excelencias de una Venus Afrodita, de un perfil egipcio, de un retablo gótico, de un edificio neoclásico, de una columna torsa adornada con racimos y hojas de vid, de una escena impresionista…; todos somos hijos del mismo Dios Románico y todos debemos ser perdonados por nuestras debilidades. El espíritu artístico es frágil y fácilmente influenciable. Por todo ello, seamos indulgentes con quienes nos habían preparado la visita vespertina a la Villa Romana de Centcelles; no los condenemos por ello. Como dicen por las navarrerías: tampoco el cuto es mal ave. Disfrutamos igualmente de este mausoleo romano del S. IV de nuestra era, incluido, si no me equivoco, dentro de la lista de Monumentos Patrimonio de la Humanidad de la U.N.E.S.C.O., y cuya sala central, de planta circular, está decorada, en su cúpula, con mosaicos y restos de pintura mural. Dicen los entendidos, y no tenemos motivos para dudar de ellos, que el edificio debió de ser el mausoleo imperial de Constante, hijo del emperador Constantino, asesinado en el año 350 d.C.; también dicen los mismos entendidos que el mosaico de la cúpula es el más antiguo de temática cristiana del mundo romano; será así, si ellos lo dicen. Los escasos, pero hermosos, restos que se conservan del mismo, permiten entrever diversas escenas: una cacería en el friso inferior; escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento, separadas por columnas, en el friso intermedio; mientras que en el friso superior, la representación de las Cuatro Estaciones del Año alterna con otras cuatro escenas donde figura un personaje sentado acompañado por diversos individuos.
Todo lo bueno se acaba, y lo mejor, antes. Permítasele a este humilde cronista de los fechos y fazañas llevados a cabo por las pacíficas huestes de los Condes de l’Alt y el Baix Urgell, acabar esta ¿breve? crónica remedando los versos de una canción del andariego juglar J. A. Labordeta. Cuando salimos del mausoleo:
… la tarde ya pardea,
ya se pone el sol,
se hace el matojo fuego,
se hace tristeza el amor…
Llegó la hora de las despedidas, llegó la hora de las partidas… y cuando el alma, inundada de melancolía, vierte una furtiva lágrima, uno se pregunta, al verles alejarse en sus metálicas monturas, al unísono con el juglar,
¿Dónde se van,
dónde se van,
cuando la noche llega
invadiendo el olivar?
¿Dónde se van,
dónde se van,
con su frío y su cansancio,
con su lento caminar?
¿Dónde se van,
donde se van,
contra el cierzo y contra el hambre,
contra el duro trabajar?
Por: Ángel Bartolomé Rial
Álbum de fotos mías
Álbum de fotos de Maribel y otras